Que recordemos, y por más que hurguemos en los rincones de la memoria, no conseguimos un inicio de equipos venezolanos en torneos internacionales tan desastroso como el actual. Goleadas y decepciones han marcado estos comienzos, con terribles resultados para los desamparados Táchira y Caracas, en una Copa Libertadores que los ha sobrado y los ha desnudado ante su evidente impotencia.

No hay en ellos vestigios de aquel pasado reciente, aquellas actuaciones más que decorosas que echaban leña a la hoguera de las esperanzas. Pero la realidad es otra, absolutamente otra, y habría que pensar en que el fútbol nacional ha ido atrás, o que el del resto de los países ha dado hacia delante saltos de gigante…

No obstante, no todo está perdido. Aunque las actuaciones de el Rayo Zuliano en la Copa Suramericana también han sido barranco abajo, hay un equipo, el Metropolitanos, que al menos ha vendido muy caras sus derrotas. Viajó al Perú para ceder en la posguerra del partido ante el Garcilaso. Hasta el minuto 93, el equipo caraqueño igualaba un episodio que comenzó ganando, y que solo una distracción de último minuto, aquellas de las que hablaba Cata Roque acerca de los equipos venezolanos, no permitió que el Metro al menos empatar en ese durísimo juego.

Con ese ánimo de lo que pudo haber sido, con ese deseo de mostrarse en la capital, esperó al Cuiabá brasilero. Y volvió a perder, no sin antes entregarse, con generosidad y buen jugar, en procura de un partido en el que su falta de tino, la desesperación en los remates decisivos les evitó un mejor destino. El Metropolitanos ha perdido dos veces, pero al menos ha sacado el rostro para decir que por estos lados también hay equipos que pueden luchar hasta dejar la piel en cada lance, en cada jugada, en cada episodio…

Y volvimos a vivir el desencanto de ver gradas y tribuna del estadio Olímpico desoladas. Los equipos de aquí no solo deben especializarse en mejorar sus niveles futbolísticos, sino en procurar sembrarse entre la gente. El partido Metropolitanos-Cuiabá fue presenciado por nomás de trescientas almas, una lástima porque fue un buen y emocionante partido.

Repasando los canales de cable y dándole vueltas al control remoto, se puede ver a legiones de aficionados, muchedumbres, en todos esos países de América del Sur donde el fútbol está sembrado desde hace más de un siglo. Aún falta aquí ese amor, esa vocación por lo propio, y no es porque no haya afición ni deseos de partidos importantes; sí las hay, solo habrá que cultivarlas. Nos vemos por ahí.

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