Si finalmente, como todo apunta, el Reino Unido se escinde de la Unión Europea de forma abrupta y sin acuerdo, el efecto negativo que la situación puede ocasionar para los Estados miembros en términos generales –económicos, laborales, industriales, de colaboración judicial y policial…– es considerable y puede ser todavía mayor, si cabe, en el ámbito de la Sanidad.

Puede serlo en términos de asistencia transfronteriza, desde el punto de vista de las condiciones para el ejercicio profesional de nuestros médicos y enfermeras, desde la perspectiva del abastecimiento de medicamentos…

Ante esta realidad, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, aseguró en el pleno del Congreso de los Diputados celebrado el pasado 11 de septiembre que “estamos preparados” para un Brexit duro y explicó que tiene un plan con el que “minimizar el impacto”.

Dicho plan contempla medidas relativas a la Seguridad Social, al comercio de bienes y servicios, al transporte aéreo y terrestre… y también a Sanidad, concretamente a un periodo de transición de 21 meses en el que las condiciones de acceso a la asistencia sanitaria para los ciudadanos, al menos en lo que a la posición de España respecta, serán similares a las actuales.

No obstante, y a pesar de las propuestas de Sánchez, las dudas y la intranquilidad persisten ante situaciones como el desabastecimiento de fármacos que se vaticina en Gibraltar o, por plantear otro ejemplo, el final de la libre circulación de nuestros profesionales sanitarios que puede producirse.

Más allá de las garantías que pretendan dar algunos y de las inquietudes que tengamos otros, lo que veo claro es que el Brexit supone un paso atrás en el desarrollo de Europa que afectará al fortalecimiento del proyecto común; un retroceso que en ningún caso debe afectar a la preservación de la salud de los españoles y del conjunto de ciudadanos europeos.

Source: A tu salud